No sólo eso sino que los propietarios del inmueble se despidieron con dos besos y deseándose buenas noches.
AGENCIAS.- En el barrio de Lagerfeld, a las afueras de Bruselas, se produjo un hecho inaudito la noche del pasado miércoles. Como cada día 10 de cada mes, los vecinos del número 31 de la calle Krahen se reunieron para debatir sobre el estado de la comunidad, tratar el estado de algunos elementos de la misma y hacer previsiones de futuro.
Hasta aquí todo normal, con varios furgones de las fuerzas del orden apostados en las inmediaciones, como siempre, por lo que pudiese pasar. Y lo que pasó fue precismanente todo lo contrario, es decir, nada.
Gregor Desailly, presidente y tesorero de dicha comunidad, puse al día a su vecinos de los pormenores del último mes y de las posibles mejoras que habría de recibir el inmueble.
‘Yo había pensado que podríamos alicatar la entrada de la finca, aunque tampoco es algo que nos quite el sueño a ninguno, ¿verdad?’, empezó su intervención Gregor. Guillaume –que no quiso facilitarnos su apellido- intervino acto seguido diciendo que ‘al que no le guste nuestra escalera que no venga, oyes’, a lo que el resto de la concurrencia asintió con un sonoro aplauso.
Posteridad. Los vecinos del número 31 de la calle Krahen decidieron fotografiarse después de la pacífica reunión. |
‘Luego está el tema de la antena, que a veces falla, pero si pensamos con la cabeza, para lo que dan por televisión tampoco es que vea yo muy necesario…’, siguió Gregor, a lo que Guillaume, ya envalentonado, le interrumpío con que ‘¡y el que quiera ver el fútbol que se baje al bar!’. Ahora las que aplaudieron fueron las señoras, mientras sus maridos agacharon resignados la cabeza, ya que sabían que ante eso no había réplica posible.
Felpudos estandarizados, buzones nuevos, reparto de las tareas de limpieza de la escalera, ect., todo quedó acordado y bien acordado, respaldada la votación por una mayoría unitaria y bien avenida.
Finalizada la reunión, el ambiente era tan distendido que los vecinos bajaron sillas y mesas a la calle para celebrar que todo hubiese ido tan bien. Cada uno trajo de casa algo de comer y de beber, y lo que a priori parecía que volvería a terminar en tragedia, como todas las reuniones de vecinos celebradas hasta la fecha, acabó en una fiesta. Ni siquiera la policía se explicaba lo que estaba sucediendo y los efectivos de los antidisturbios allí desplazados decidieron regresar a comisaría ‘ante la falta de acción’, nos comunicó más tarde el jefe de la unidad.
Las reuniones de vecinos nunca acaban bien. Imagen de una celebraba el mes pasado en el centro de Salamanca. |
La última reunión de vecinos sosegada y tranquila tuvo lugar a mediados de 2008 en una finca del centro de Palermo, de la que tan sólo resultaron cuatro heridos.
Pensamos que este hecho aislado es la excepción que confirma la regla de que la convivencia crea tal confianza entre las personas que éstas no tienen el más mínimo problema en decirse las cosas a la cara y, si es preciso, llegar a las manos. Una simple derrama para arreglar unos bajantes puede provocar tal conflicto de intereses que haga incluso correr la sangre entre unos, a simple vista, buenos vecinos.
El roce hace el Mourinho. Verse tan a menudo trae consigo conflictos, discusiones y peleas. |
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