Todo apunta a que su
marido tenía cosas mejores que hacer, según ha insinuado él mismo.
Ricky Martin Luther King
África (Segovia).- Esperanza
Gutiérrez Jirón llevaba más de treinta años casada con Adolfo Martínez Orujo
hasta que ha decidido poner fin a su matrimonio ‘cansada de tanto esperar’, tal y como aseguró ella misma delante del notario.
Esperanza, una católica de
las de antes –y por qué no, también de las de ahora- llegó pura al matrimonio
siguiendo los pasos del párroco de su ciudad. ‘A mi madre, que Dios la tenga
en su gloria, también le hacía mucha ilusión que llegase virgen al matrimonio.
Y yo así hice’, nos comentaba
Esperanza al teléfono.
Un 25 de abril, del año
1982, se casó con Adolfo, con quien llevaba más de diez años de novios (…). La
noche de bodas era el momento más esperado por Esperanza desde hacía muchos
años (N.d.R.: Imaginad), aunque no pudo ser ya que Adolfo terminó ese día
borracho como una cuba.
El viaje de novios lo
hicieron a Benidorm, con tan mala suerte que los cinco días que duró fueron un
suplicio para su marido, ya que los pasó en cama con unas terribles jaquecas.
El tiempo pasó y las
jaquecas de Adolfo, según su versión, no remitían. Siempre le aparecían por las
noches, cuando llegaba a casa del bar.
‘A mí me olía algo mal.
Yo creo que mi marido… exmarido, perdón, me engañaba con otra, no me cabe duda.
No es normal tanta castidad masculina, por muy devoto que seas. Yo he aguantado
porque siempre he hecho caso a mi párroco, que me aseguraba que debía ser
paciente y no atolondrar (sic) a
mi marido con mis cosas. Estoy convencida de que había otra y que mi marido
sólo me quería por las 100.000 hectáreas de tierra que tiene mi padre. No
pondría la mano en el fuego, pero a mí me da que sí’.
La historia, en el más
amplio sentido de la palabra, acabó el pasado martes ante el notario. Aunque al
final, por lo que parece, la jugada no le ha salido del todo bien a Adolfo,
puesto que Esperanza se queda con el piso, el coche y la casa en la sierra,
mientras que a él le corresponden únicamente sus supuestas jaquecas. Hijos, por
supuesto, no tienen.
Esperanza se olía algo.
(N.d.R.: Nuestra más sentida solidaridad con el pobre Adolfo)
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